Sociología figurativa.

Figuración social

No se suele considerar la teoría del proceso de civilización y el concepto de figuración social como una totalidad. Conviene reconsiderar la epistemología de Elias en su conjunto, formulada en un programa desarrollado por sus disciplinas: los estudios figurativos. La teoría del proceso de civilización no puede ser aislada porque se integra completamente en este programa, lo que los análisis prácticos de la exclusión, del deporte, del tiempo o de la muerte confirman. En esta óptica, el concepto de figuración social debe ser pensado en el seno del proceso figurativo  y no independientemente de ello.

Elias da la definición del concepto de configuración social: “figura global siempre cambiante que forman los jugadores; incluye no solamente al intelecto, sino a toda la persona, a las acciones y a las relaciones reciprocas”, antes de añadir que forma un “conjunto de tensiones” (Elias, 1991a:157), que se puede aprehender a partir de unas interdependencias. Esta definición ha dado lugar a múltiples interpretaciones, que consisten lo más a menudo en identificar el concepto de configuración social como un precursor de una sociología interaccionista. Esta se focaliza sobre los términos de acciones y de relaciones recíprocas empleados por Elias, pero descuida la noción fundamental de “figura global siempre cambiante”. Efectivamente, esta noción implica una concepción a la vez global y dinámica de la vida social, puesto que esta dinámica no está ni determinada de manera mecánica ni es el fruto de puras conjunciones. Es preciso pensar el concepto de configuración social en el marco de la sociología figurativa que se basa sobre una crítica de la oposición entre individuo y sociedad como elementos básicos del análisis. Elias no quiere elegir entre holismo e individualismo, ya que el holismo descuida la dinámica societal y de civilización, al tiempo que el individualismo reduce la sociedad a un agregado de individuos. El concepto de configuración social no concede ninguna primacía ni a la sociedad en su conjunto ni al individuo aislado, pero debe dar cuenta del movimiento dialéctico entre lo social y lo individual, entre las estructuras sociales y las estructuras de la psicología humana. Como lo afirma Elias: “la sociedad sin individuo y el individuo sin sociedad son unas cosas que no existen” (Elias, 1991b:117).

La sociología figurativa se ha emancipado a partir de los años sesenta, bajo el impulso de investigadores británicos, alemanes y holandeses. En su libro de 1977, es decir algunos años después de la publicación original de ¿Qué es la sociología?, Johan Goudsblom resume el programa de la sociología figurativa en torno a cuatro principios fundamentales:

– Las interdependencias entre individuos y entre grupos sociales en el seno de las configuraciones sociales constituyen el objeto central de esta sociología.

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– La forma de las configuraciones sociales es susceptible de cambiar a lo largo del tiempo.

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– Los cambios que afectan a las configuraciones sociales a largo plazo no están planificados y no son previsibles.

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– El desarrollo del conocimiento humano es el producto de la dinámica de las configuraciones sociales.

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La sociología figurativa está abierta a la exploración práctica de amplios campos temáticos, con la condición, por una parte, de llevar a cabo unos análisis que toman en consideración la historicidad de los fenómenos sociales, y, por otra parte, de cernir las relaciones entre los fenómenos de estructuración social y de estructuración psíquica. En esta óptica, Elias es un precursor de una sociología de las emociones y de las formas de la sensibilidad, puesta en perspectiva con una sociología del poder. La sociología figurativa no se impone, por lo tanto, como una escuela estructurada en torno a una teoría fijada y unidimensional; es ante todo un modelo de análisis que debe ser enfrentado a los hechos con el fin de hacer más inteligibles unos procesos estructurales e interdependientes. Este modelo nos permite pensar el cambio social que aprehende la dinámica de los procesos sociales y unos momentos de ruptura. Elias pasará su tiempo defendiendo una sociología no dogmática, es decir escéptica hacia cualquier ideología, privilegiando una sociología realista cuidadosa de “averiguar la concordancia entre las categorías conceptuales y los hechos observados” (Elias, 1985: 57-58), y de comprender las relaciones entre los fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales.

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